Cap. III. Los bienes de la hermandad.
Varios son los inventarios, muy detallados, que se conservan de la época. Mostraremos algunos de ellos, de diferentes décadas, que reflejan muy claramente lo que era el patrimonio de la hermandad y el progreso de esta. Los inventarios de bienes se realizan para responsabilizar de ellos al mayordomo, cuando este entra en posesión del cargo. A comienzos del siglo, su texto comienza, generalmente, con una fórmula ritual: «Primeramente, se le entrega a Nuestra Señora en su altar…», y concluye con una declaración, también muy estereotipada, que compromete al mayordomo: «dicho Mayordomo los recibió (todos los bienes que figuran en el Inventario) delante de los hermanos de dicha hermandad y se obligó a tenerlos en su poder y dar cuenta de ellos cada cuanto se los pidan, para cuyo cumplimiento obliga su persona y bienes, habidos y por haber, y dio poder cumplido a las justicias de su Majestad, así Eclesiásticas como seculares, para que de ello lo apremien por todo rigor, de derecho y vía ejecutiva, y como por sentencia pasada, en cosa juzgada. Y renunció a las leyes, fueros y derechos de su favor y la general renunciación del derecho en forma, en presencia de mí, el presente escribano».
Transcribimos a continuación el inventario realizado en 1712, que es anotado y complementado en 1719.
«Inventario nuevo de los bienes que hoy tiene la Capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, hecho este año de 1712. Son los siguientes:
Primeramente, en la Sala Grande, los pasos del Santísimo Cristo y de Nuestra Señora.
Dos arcas viejas: en la una están el Estandarte de damasco azul, el Simpecado de lo mismo con puntas de oro de Milán, el Senatus con letras de oro forrado, las borlas del Simpecado y Estandarte, la Manguilla, dos varas de plata con insignias, una cruz de plata y otra de metal, un cáliz de plata con su funda de lienzo. En la otra, sin llave, no hay cosas de valor: unos candeleros de palo negro viejos, otros pedazos de palo y un ara vieja.
Tres lámparas de plata, que no se sabe lo que pesan: una grande en medio, una al lado de San Benedicto, con tres cadenitas de plata y enmedio unas rosas de lo mismo, y otra más pequeña de plata al lado del Santísimo Cristo con tres cadenitas de platallanas con sus vidrios. Y la grande tiene cuatro cadenas de rosas de plata, que la dio un devoto.
Tres altares, uno del Santísimo Cristo con su Imagen y potencias de plata; en otro Nuestra Señora, con su corona de plata y dos cintas pendientes de los hombros, negras con los atributos de la Pasión de veintinueve piezas de los dichos atributos, y 16 estrellas de plata entremedio, y su corona de plata en la cabeza. Y en su retablo dorado, con tres lienzos en el que está pintado el Padre Eterno, y San José, San Roque, Santo Domingo y San Benito Abad, y dos arañas de palo plateadas; y al pie de dicho retablo un marco de madera dorado con sus flores de colores, cuatro candeleros de palo plateados, dos atriles de lo mismo y una Cruz de carey esquinada, llana, con su peana de lo mismo. En otro altar, San Benedicto de Palermo con su hábito, diadema de plata y en su retablo por dorar.
Tres sillas de tela encarnada, que dio un devoto con condición de que no se presten a parte alguna ni salir de esta Capilla.
Un rosario de plata que dio una señora devota, que lo trajo el hermano Secretario, con tres medallas.
El año de 1712 un devoto dio de limosna un vestido de felpa entero, saya, manto y mangas, todo forrado en holandilla negra: es de altar.
Dicho devoto dio un frontal de manopla de tela blanca con flores de oro.
Más, el dicho devoto que dio de limosna el vestido y el frontal dio unos manteles de altar para el de Nuestra Señora: son de bramante con sus encajes bastos.
El vestido de terciopelo negro de altar.
Más un mantel del altar con sus encajes.
Una toalla de calle de estopilla con diez varas.
Dos pares de corporales.
Un aforro de casulla.
Todo lo cual ha sido en tiempo del dicho Felipe de la Cruz como tal Mayordomo.
Más otro rosario engarzado con dos medallas de plata y con una cruz engarzada en plata de Jerusalén.
Más un frontal de damasco encarnado.
Más una casulla encarnada de carmesí con sus flecos.
Más un cíngulo de seda con sus borlas carmesí con su flequillo de seda.
Más un sudario de estopilla con sus encajes para el Santísimo Cristo.
Más dos candeleros de bronce.
Más siete casullas de diferentes colores.
Más seis albas.
Más tres amitos.
Más cinco pañitos de manos.
Más siete bolsas de corporales, cinco con sus corporales.
Siete pañitos de cáliz de diferentes colores.
Más un plato de plata grande.
Todos los dichos bienes inventariados los entregó y puso de manifiesto Felipe de la Cruz y se le entregaron a Pedro Nolasco, Mayordomo actual en este presente año de la fecha, estando juntos en la Sala de Cabildos la mayor parte de oficiales de dicha hermandad. Sevilla, Junio dieciocho de mil setecientos diecinueve. Antonio Sotomayor y Lira, Secretario».
El inventario que se conserva de 1726 es mucho más amplio y detallado. En él, incluso, se mencionan «la puerta de la iglesia, y encima de dicha puerta su campanario con su campana chica», y «dos cuerdas de la campana, una por estrenar» . Los tres altares de la Capilla se describen con cierta minuciosidad: el mayor es «dorado, con sus 6 angelitos y su moldura para los frontales dorada», y tiene «seis escaños de madera» y «una cruz de carey» . En él, la Virgen de los Ángeles ostenta «una luna de plata (a sus pies) y su corona con sus dos soles, y dos surcos de rayos, y todo es de plata» . El altar del Cristo tiene «su velo morado de tafetán, y dos peanas, una dorada y otra de negro, y dos Santos de madera a los lados, y su velo de gasa (sudario) y la diadema y tres potencias de plata, y dos cuadros del Señor San José y Santo Domingo» . En el de San Benito de Palermo, está «el santo con su vestido de damasco morado, con su diadema de plata, su cruz dorada y su disciplina. Y está en su nicho de madera, y un velo blanco con su cenefa verde, y el Señor San Roque y el Señor San Agustín en sus cuadros, y encima una lámina de Nuestra Señora de la Piedad». Este altar, como el de la Virgen, tiene «una cruz de cuartas, de carey».
En la capilla existe, además de lo ya citado, una larga serie de bienes y enseres: «un cancel con sus postigos», «dos piletas de agua bendita», «un púlpito de hierro, con su escalera de caja», «un bufete de herraje, y es de nogal», «14 esteras nuevas de gradillas y del cuerpo de la iglesia», «seis esteras de junco y un redondel nuevo para debajo de la lámpara», «una alfombra de mediado», «un cepillo con tres llaves donde se deposita la limosna de Nuestra Señora», «tres lámparas de plata: una grande, con sus cadenitas de rosas, y dos chicas con sus cadenitas», «dos arañas de palo» «8 cuadros de diferentes advocaciones, y el uno tiene su moldura donde está una Bula (la de Urbano VIII)», «cuatro láminas y un cuadrito con un milagro» .
Los enseres de la Virgen lo componen «tres sayas de Nuestra Señora, dos de felpa y una de sayal de la Reina, todas negras», «cuatro pares de mangas de lo mismo, y paño y medio de manto y sus pedazos, todo viejo», «unos manguillos de felpa negra», «una toca de vestir, de gasa», «un velo de la Virgen Santísima, de raso chorreado, y una toquilla nueva», «un manto de altar entero», «dos toallas (sudarios) nuevas, una de olán (Holanda) y otra de estopilla con dos ángeles de lo mismo», «29 piezas de plata de los atributos de la Pasión, que tiene Nuestra Señora, con sus estrellas, en la estola, y tres milagros de plata chicos», «un rosario de Jerusalén. con su cruz y medallas, y todo es de plata, y una coronita de plata en el pecho de Nuestra Señora», «un rosario de plata con cinco medallas pequeñas de lo mismo», «una toca blanca y unos pedazos de tafetán encarnado, y entre ellos un medio velo con encajes negros» . San Benito de Palermo posee, además del hábito con el que está en su altar, «un vestido de tela morado, con su cordón, y un corazón de plata» .
Para la estación de penitencia el Inventario incluye «el paso del Santísimo Cristo, con su urna y sus nueve ángeles», «12 varas del palio de Nuestra Señora, con sus perillas, y la urna de la Virgen Santísima, y dos tablas nuevas de a tres y medio y de a cuatro varas», «un palio de felpa negra con la mitad de la cenefa de lo mismo «el bastidor del palio», «el manto de Nuestra Señora, que lleva Su Majestad en la cofradía, y es de felpa negra», «un Simpecado azul de damasco, con sus borlas, su cruz de bronce y su vara de palo, y la dicha cruz y el estandarte no se pueden emprestar sin licencia de todos los oficiales», «un estandarte de damasco azul, con sus borlas de seda y su cruz de plata y su vara de palo», «un senatus de damasco azul con sus letras de oro bordadas y aforrado en tafetán azul», «la Cruz que se lleva en la cofradía, con sus clavos», «un sudario de la Cruz que sale en la cofradía, con sus encajes», «una fuente de plata y tres campanillas, dos chicas y una grande plateada, para cuando sale la cofradía», «dos varas de plata con sus soles, y en medio de cada sol Nuestra Señora, que valen sesenta y un escudos y cinco reales de plata» y «una banderilla de la trompeta» .
Para el culto interno, la hermandad contaba con «dos cálices de plata sobredorados, con sus patenas de lo mismo, y uno con su funda», «8 palias de diferentes colores», » 3 monillos de felpa negra», «6 albas con sus encajes, todas buenas», «10 casullas de diferentes colores», «3 amitos nuevos y 4 cíngulos y 3 toallas grandes parejas, de sacristía», «7 bolsas de corporales, las cinco con corporales y las dos sin corporales, y son de diferentes colores», «7 pañitos de cálices de diferentes colores», «3 misales, los dos buenos y el uno es un cuaderno nuevo», «un frontal verde con sus flores de plata y otro encarnado de felpa, y otro morado de damasco con sus flueques de plata, y otro de felpa encarnado con sus flueques de seda labrada, y otro de raso encarnado con su puntilla de plata, y otro de tela con su galón de oro, y otro de tela blanca con encajes de Milán, y otro de damasco encarnado, y otro en el altar del Señor San Benedicto, y es de ule pintado con flores, y otro de raso blanco con cenefa azul, que está en el altar del Santísimo Cristo, y por todos son 10 frontales» –de los cuales los dos de felpa, en 1731, «se tiñeron de negro para faldones del paso de Nuestra Señora» –, «un frontal blanco de oro», «una frontalera de tafetán encarnado con sus encajes blancos», «tres bastidores de palo sin frontales», «una sobremesa de brocatel verde y cenefas encarnadas con sus flueques», «8 candeleros de palo, unos plateados y otros negros», «4 hacheros teñidos de negro», «una cortina encarnada de tafetán viejo», «6 atriles, con el que se pone para los cabildos», «6 manteles de altares y tres sillas en una», «un velo de damasco morado, con los cabos bordados y en medio una María con sus ángeles bordados», «un velo de tafetán plateado con sus encajes negros», «tres sillas de tela encarnada con sus fundas de badanillas», «tres hierros de velos», «dos argollas y dos cubillos donde se ponen las varas de plata», y «dos macetillas sin ramos» .
En la Sacristía y dependencias había «un Santísimo Cristo con su sitial de raso chorreado», «un espejo con su moldura negra y dorada, y un cajón grande con sus divisiones donde están todos los ornamentos», «una mesa que se pone para los Cabildos y es de mediada», «un arcón de mediado y otro de lo mismo», «un candado de una de las dos arcas», «una cruz con los remates de plata, y su Santísimo Cristo de metal y su peana, y es de caoba», «otra cruz de carey de cuatro esquinas», «un tintero con su salvadera», «dos escaleras», «un martillo y un barreno» .
Y para las demandas y cuestaciones de limosnas, se contaba con «una demanda de plata, con Nuestra Señora y dos ángeles a los lados, y alrededor su sol; pesa veinte escudos de plata», «una demanda de bronce con su sol», y«5 alcancías», que estaban en diversas casas, entre ellas la del clarinero de la ciudad.
En el Inventario constan también «la Regla de la hermandad», «9 Libros de Hermanos donde se asientan diferentes partidas» y «una Imagen de vestir medianita, y está dicha Imagen en casa de Don Manuel de Velasco». (¿Podría ser esta «Imagen de vestir medianita» la primitiva Virgen de los Ángeles, de gloria, que ya entonces no tenía culto? No lo sabemos, pero bien pudiera ser así).
Al final del Inventario figuran otros varios enseres que la cofradía agrega a su patrimonio entre 1726 y 1730, los cuales se entregaron, junto con aquellos, al nuevo mayordomo, Manuel Verdugo, en 13 de mayo de 1730, con la firma del secretario Carlos Luis de la Cerda: «un paso que la hermandad hizo nuevo, con sus varas y palio nuevo, y palio y goteras de terciopelo, y tuvo de costa 750 reales de vellón», «un verdugado nuevo, que se hizo con el paso», «un vestido nuevo de terciopelo negro y sus bocas, que se lo dio un devoto a la Virgen Santísima de los Ángeles», «otra toalla del Santísimo Cristo, que tiene sus encajes anchos, que lo dio un devoto», «un cajón de hoja de lata donde están diferentes papeles, y lo dio de limosna el hermano Manuel Verdugo», «6 láminas, con sus molduras doradas, que costaron 300 reales de vellón y son nuevas, y son de la vida de la Virgen Santísima, y las dio la hermana Josefa María con el cargo de que la Hermandad en tiempo alguno no las pueda emprestar ni enajenar», «el paño de difuntos que tiene la Hermandad, con sus flueques de seda y 4 borlas en las esquinas, que dio la dicha hermana Josefa María y costó 200 reales, el cual no se pueda emprestar ni enajenar y ni alquilar», «una palía de tres picos, y es encarnado y morado; la dio un devoto», «la manguilla de madera con sólo el forro, que costó 28 reales y medio», «una colcha de carmesí de cuatro paños que compró la Hermandad, y dicha colcha se tiñó de negro para faldones del paso de Nuestra Señora», «una lámina de un Ecce Homo, de pintura fina con su moldura dorada y antigua, y está en madera la pintura del Señor» –que debe ser la que sigue existiendo actualmente en el sagrario del retablo del Cristo–, «otro monillo de terciopelo negro sin mangas, y es de mediado», «una palía de encajes de puntas», «una estera fina de junco blanco, y la dio nuestra hermana Ignacia María», «una palía carmesí con flores amarillo, celeste y verde, con sus flores de oro y flueques acampanillados de plata y oro», «un frontal que está en el altar del Santísimo Cristo, y es de lienzo y pintado de damasco blanco, y cenefa con sus flores y ramos, y dorado de oro falso» y «13 alcancías nuevas» –de las que se señalan los hermanos y lugares donde se encuentran–.
A partir de los años 30 y hasta el final de la década de los 70, la hermandad, como sabemos, atravesó por su época de mayor auge. Ello se refleja perfectamente en su patrimonio, que crece tanto en cantidad como en calidad. Sería excesivamente prolijo transcribir los varios Inventarios que han llegado hasta nosotros de esa época, pero sí algunas de las innovaciones más importantes que se van produciendo.
En los años 30 y 40, la hermandad incrementa sus enseres respecto al Inventario anteriormente transcrito, agregando otros nuevos, entre ellos: «la tela de la Manguilla, de terciopelo celeste guarnecida de plata, con cuatro escudos entre sus columnas», «un Senatus con su vara con los cañones de plata y nudillos de bronce, con su banderola celeste con sus letras S P Q R de plata y guarnición bordada con sus flecos» –ambas insignias, junto a unas vinajeras, «las dio a expensas de su trabajo nuestra hermana María Josefa de la Cruz … y tuvieron de costo dichas alhajas 319 pesos de a quince reales, y 7 reales y 3 cuartillos de plata» –, «dos portapieces que tiene la Virgen Santísima puestos, uno de diferentes colores, que es campo celeste, flores amarillas y blancas y otras rosadas, y lo dio una devota, y otro de campo anteado y flores negras», «dos Niños Jesús y tres potencias de plata para un Niño, que dejó la dicha nuestra hermana Ignacia María», «un Santo Domingo y un santo Tomás chiquitos de vestir, y un San José de madera, chiquito», «un San Juan chiquito de barro», «un Descendimiento de la cruz con ocho figuras, que dio un devoto, y las dichas hechuras son muy antiguas», «un Señor San José de tres cuartas, que dio una devota, con su peana de madera, la vestidura morada de damasco, la capa de tafetán blanco y vestidura y capa guarnecida de encaje de oro falso, y su vara con flores de plata falsa, y una hoya en el pecho con piedras blancas de algofar, y su diadema de plata fina», «dos pinturas, una de San Elesbán y otra de Santa Efigenia, con cuatro cornucopias para dichos Santos, que las dieron los hermanos Manuel Verdugo y José Liaño» — que se incorporaron al retablo en construcción que se estaba haciendo para San Benito, por ser también Santos negros–, «3 palos con tres arcayatas para la vela que se pone a la puerta de la Capilla el día de Nuestra Madre y Señora, con su vela de lienzo, y tiene sus caídas por los lados», «un vestido de raso color de ámbar, con flores blancas, que lo dio una devota, con guarnición de oro fino por todo el ruedo del hábito y manguillos, y es del Señor San Benedito» y «una custodia con su pie, relicario y viril, y sus rayos, y su costo fuea expensas de nuestra hermana Maria Josefa, la que dio Manguilla, Senatus y vinajeras, menos 10 pesos, que son 150 reales, que dio nuestra hermana María Teresa, la que asiste en casa de la Señora Camarera. Tiene 16 onzas y 2 adarmes, que a razón de 20 reales de vellón la onza monta 922 reales, y la hechura 180 reales, que todo importa 1.102 reales de vellón».
En el Inventario de 1745 consta ya «un almacén con sus puertas, con sus pasos nuevos y las urnas doradas –que se hicieron en 1743-44– y 4 ángeles para el paso del Señor», y al año siguiente se estrena el nuevo retablo de San Benito, que costeó Salvador de la Cruz, en el que se incluyen las pinturas antedichas de San Elesbán y Santa Efigenia. El Negro de la Casa Honda había donado también, ya para esa fecha, diversos enseres: «un paño de difuntos de terciopelo celeste guarnecido de oro con la insignia de la Hermandad, que le tuvo de costa 1.176 reales», «una estola de terciopelo negro bordada de plata para la Virgen’ y «un Simpecado de terciopelo azul forrado de tafetán del mismo color, con su María, ángeles y jarras de plata, bordado fino, y diez cañones y cruz de plata».
En 1758 se dora el retablo del Cristo, y en Diciembre del 63, coincidiendo con la apertura de la nueva parroquia, el propio Salvador de la Cruz entrega un nuevo Simpecado, costeado por él, de terciopelo celeste bordado en plata, con vara de plata repujada rematada con cruz, por un valor total de 1.317 reales, además de otros diversos objetos de plata, para el culto interno, realizados también, como la vara y cruz del Simpecado, por el orfebre Pedro López Chico.
Desgraciadamente, el Inventario que se hizo inmediatamente después de la muerte de Salvador de la Cruz, y los siguientes, se encuentran perdidos o parcialmente ilegibles, borrados en gran parte por el agua de alguna de las últimas riadas que ha sufrido la Capilla. Por ello no podemos conocer con precisión el que debió ser el patrimonio más importante de la cofradía hasta entonces. Sí sabemos que en 1775 se mostraba en la Capilla, en un sencillo altar, el Simpecado de la Congregación del Rosario de Mujeres, «de terciopelo carmesí forrado en tafetán morado, con cuatro ángeles y dos jarras sobrepuestos de plata de martillo, con la efigie de pintura de Nuestra Señora de los Ángeles», que había dos imágenes de San Benito de Palermo, una grande y otra pequeña, y que a ambos lados del altar mayor había sendas pinturas grandes de dos ángeles. Existían asimismo varios cuadros grandes en las paredes de la iglesia, entre ellos uno «del Nacimiento» y «un lienzo grande del Señor San Fernando y en la parte superior de la pintura Nuestra Señora de los Reyes», así como varios exvotos («milagros» ), algunos de ellos pintados y otros consistentes en pequeñas piezas de plata o de hojalata, incluyendo también una escopeta reventada, los cuales estaban colgados en las paredes del presbiterio, en el lado de la Epístola. Y permanecía «la pila bautismal que donó a nuestra iglesia el Ilustrísimo Cabildo de la Santa Iglesia», cuando la estancia de la parroquia en la Capilla, con motivo del incendio de San Roque.
Sí conocemos mejor las más importantes incorporaciones al patrimonio de la hermandad desde la muerte de Salvador de la Cruz. Entre ellas destaca la de un «trono para manifestar» del que carecía hasta entonces la hermandad: en cabildo de oficiales de 20 de septiembre de 1777, especialmente convocado al efecto, la Camarera, Doña Teresa Rodríguez de Rivera, «hace entrega y entera donación de un Manifestador de talla muy primoroso, todo dorado, y el fondo de terciopelo carmesí bordado de oro, y su cajón para su custodia y guarda forrado en papel pintado». Dicho Manifestador es el que actualmente sigue utilizando la hermandad en sus cultos. En el mismo cabildo se advierte que la donación se realiza «con la cualidad de no poder ser emprestada por la Hermandad, su mayordomo ni ningún otro hermano presente ni futuro a parroquia alguna, convento, capilla ni hermandad, y tan solamente había de servir para las funciones de Santísimo en nuestra Capilla de los Ángeles, so pena que contraviniendo a la voluntad de la Señora donante, durante su vida o después de su fallecimiento, había de pasar el referido Manifestador a la Parroquia del Señor San Roque, de lo cual, entendido el Cabildo, se obligó en todo a guardar y cumplir las condiciones que van explicadas, y se acordó el que los presentes oficiales pasasen en diputación a dar las gracias a nuestra hermana la Señora Camarera, como el que se pintase el exterior del cajón del mencionado manifestador, con una inscripción del nombre de la Señora Camarera y las condiciones de esta donación, para memoria e inteligencia de los hermanos futuros, entendido que, si por algún mayordomo u otro hermano presente o venidero fuese quebrantada alguna condición de la Señora nuestra hermana donante, y por este motivo pasase este Manifestador a la Parroquia de San Roque, deberá ser apremiado con todo rigor a poner otro igual en su lugar, sin que sea oído por ningún Señor Juez en orden a alegar ignorancia ni ningún otro motivo» .
En el mismo año 77, otro importante bienhechor de la hermandad, Don Carlos de la Barrera, donó a esta «una lámina que costeó, de Nuestra Santa Imagen, grande de a medio pliego», acordándose por ello concederle el «tener averiguado para siempre» y admitir como hermana a su esposa en los mismos términos. De dicha lámina se imprimieron varios cientos de estampas, y otras tantas de la lámina pequeña que ya poseía la hermandad, y al siguiente se realizaron, como ya señalamos en otro lugar, una corona de espinas de plata y unas nuevas potencias para el Cristo, utilizando para su realización la antigua diadema de dicha Imagen y «una coronita igual que había en la Capilla de una imagen de Nuestra Señora chica», quizá la primitiva Virgen de los Ángeles de gloria, aportando la cofradía la diferencia de costo.
También vimos, al tratar de la Congregación del Rosario, la entrega por esta a la Capilla, en abril de 1782, del nuevo «primoroso Simpecado», como el anterior de terciopelo carmesí pero ahora bordado en oro, en el que sigue figurando la pintura central de la Virgen de los Ángeles. Ese mismo año se encomienda a un platero «la limpieza de la corona y rayos de nuestra Madre y las vinajeras», aunque se advierte al Hermano Mayor, que había realizado el encargo, «que en lo sucesivo no intente obras sin dar cuenta a la hermandad antes de ejecutarlas», lo que está reflejando la inquietud ante los malos tiempos en que estaba entrando ya la hermandad.
En 1798, Doña María Josefa Roldán «hizo donación a la hermandad de una pintura grande de una Señora de Guadalupe –que es la que hoy sigue existiendo en la Capilla– con cargo de que a su fallecimiento le asista según que lo tiene de costumbre con los Hermanos y Bienhechores» . En 1803, recibe la hermandad un nuevo grabado, «de cobre y talla dulce», de 280 x 174 milímetros de tamaño, con la inscripción «Nuestra Señora de los Ángeles en su antigua Capilla, vulgo de los Negritos, extramuros de Sevilla. Dedícase al Exmo. Benignísimo Protector y afabilísimo Hermano mayor de los Negritos». La plancha grabada está firmada y fechada: «Se hizo año de 1803, A. Molina, escultor». Molina fue un famoso grabador sevillano, activo entre 1788 y 1803, y en cuanto a las entonces denominadas «estampas de devoción», en esta época «se continúa con la tradición del siglo de reproducir las imágenes y altares de las Vírgenes y Santos de mayor devoción local, hechas por grabadores sevillanos o encargadas a los más prestigiosos de la Corte». Y todavía en 1807, a instancias de la Camarera, Doña María de las Mercedes Rodríguez de Rivera de Verger –que había sucedido diez años antes en este puesto a su difunta madre– se acuerda comenzar un nuevo retablo para la Virgen Titular, para lo cual se entregan a dicha señora 1.050 reales, provenientes de una donación de dos mil que había hecho el arzobispo y que en lo restante se destinaron a obras urgentes en la casa de la hermandad. Por las vicisitudes de los tiempos, dicho retablo no llegaría ser realidad hasta el año 1818.