Cap.II. La presencia de las mujeres negras.

 

Ya hemos señalado en su lugar que en las Reglas de 1554 no se prohibe la presencia de mujeres negras en la estación de penitencia de la cofradía, si bien establecen la obligatoriedad de ir claramente separadas de los hombres. La existencia, en 1625, de un «guión de mujeres de raso azul, pasamanos, flecos y borlas de seda azul y blanco» (37) confirma la continuidad de esta presencia: el guión encabezaría el tramo de mujeres en la procesión.

 

En 1690, cuando se instituye por la hermandad el Rosario público, a semejanza de otros ya promovidos por diversas hermandades, haciendo el número 21 de los existentes en la ciudad, según Matute (38), las mujeres tienen también en ello un protagonismo importante. Pero quizá lo más significativo, en este siglo, sea la elección, en ocasiones, de mayordoma y de hermana mayor, tal como consta, por ejemplo, en el acta del cabildo de 25 de junio de 1679, que dice literalmente: «Hizose Cabildo en la Capilla de Santa María de los Ángeles para elegir mayordoma y hermana mayor para la asistencia de dicha Capilla, y juntos en nuestro Cabildo fue acordado que se eligiera por hermana mayor a la señora Luisa, mujer del señor Joan Francisco, diputado mayor, y que dicha señora Luisa elija mayordoma a su satisfacción, quieta, pacífica y apacible…» . Posiblemente, las funciones de las dos mujeres elegidas para ambos cargos quizá comprenderían las que luego tendrían las camareras: hacerse cargo del lavado y limpieza de las ropas de las imágenes y de las destinadas al culto y cooperar con el prioste en el cuidado de la capilla. Ello lo respalda el hecho de que no consta que en el cabildo de designación, más que de elección, de hermana mayor –para el posterior nombramiento por esta de mayordoma– hubiera mujeres, sino sólo los oficiales de la mesa de la hermandad. Claro que también podemos pensar con fundamento que el hecho de ser los títulos de ambos cargos la duplicación en femenino de dos de los tres más importantes cargos de la hermandad, podría reflejar la existencia de varias, respecto a las morenas, paralelas a las de aquellos respecto a los hombres: concretamente la mayordoma las de organizar las cuestaciones y formas de obtención de ingresos por parte de las hermanas, y la de plantear iniciativas y ser la cabeza visible de estas para la interlocución con la mesa de la hermandad, la hermana mayor. Constituiría ello un precedente de la formalización de una organización autónoma de mujeres dentro de la cofradía que tendría lugar al siglo siguiente, como veremos.