Cap. I. La antigüedad de la Hermandad en la documentación de ésta

El siglo y medio largo que va desde la última década del XIV a la aprobación de la Regla de 1554 constituye lo que podríamos denominar ‘‘los años oscuros’‘ de la hermandad. Años coincidentes con la época tratada por el profesor Alfonso Franco en su inestimable colaboración de las páginas precedentes, a la luz de las cuales es ya posible interpretar los testimonios y referencias que han llegado hasta nosotros respecto a la hermandad, escasos en número y la mayoría de ellos indirectos o procedentes de épocas posteriores aunque relativamente cercanas a aquellos primeros tiempos, pero que en conjunto respaldan la idea de que, como hermandad, la que es conocida, ya desde los tiempos Ricardo White, en la segunda mitad del Setecientos, como ‘‘ de Los Negritos ‘‘ es hoy la más antigua de cuantas han logrado llegar a nuestros días, ya que fue fundada antes de 1400, en un momento histórico en que todavía ni siquiera había sido acordado por la Iglesia Sevillana la construcción de la Catedral y ésta continuaba radicando en la Mezquita mayor almohade, cristianizada con el nombre de Santa María.

Por referirse a una corporación que siempre ha sido modesta y aún muy humilde, durante sus primeros quinientos años por pertenecer a la etnia negra, a los morenos, genéricamente connotados con el estigma de la esclavitud estuvieran realmente sus componentes en situación de servidumbre o gozaran de libertad jurídica, y en los últimos cien por ser la cofradía de un modesto barrio extramuros habitado hasta no hace mucho por trabajadores y gentes marginadas, esta antigüedad ha sido siempre discutida por otras cofradías y por no pocos autores, pertenecientes o al servicio de las clases altas de la ciudad, que consideraban un desdoro para ellas que la de los negros ocupase un lugar de honor en las frecuentes procesiones generales que había en la ciudad. Como veremos, los negros sevillanos defendieron siempre con firmeza los privilegios a que la cofradía tenía derecho por su antigüedad, incluso realizando fuertes sacrificios económicos para ello, entablando pleitos contra hermandades poderosas e incluso llegando a las más altas instancias eclesiásticas, a la propia Roma, con sus argumentos. Esto es fácilmente explicable, porque siendo esclavos o perteneciendo a las capas más bajas y despreciadas de la población, sólo en este nivel, que es simbólico y ceremonial pero que era muy importante socialmente, dada la rígida estratificación de la sociedad en siglos pasados, podían afirmar no sólo la igualdad sino incluso la preeminencia sobre sus propios amos y, en general, sobre los poderosos. La dignidad étnica y la autoestima personal, para muchos el único bien que les era dado poseer ya que ni siquiera eran dueños de sus propias personas, sólo podían ser afirmadas reafirmando los derechos de la cofradía en la que se encarnaba su identidad colectiva y que había llegado a constituirse en eje de su resistencia a la desidentificación y las humillaciones.

De aquí que en los libros de actas se repitan expresiones como ‘‘esta antiquísima hermandad‘‘, ‘‘nuestra inmemorial cofradía‘‘ y otras semejantes. Ya vimos en el Prólogo cómo Ricardo White, en 1798, afirmaba que ‘‘ninguna Cofradía o hermandad fundada o establecida en esta Ciudad de Sevilla pudiera dar testimonios más sólidos de su antigüedad que esta. ’‘(1)

Pero no se trata de un caso aislado. Ya en 1729, en un acta situada dentro de un Libro de Cuentas, puede leerse: ‘‘En 14 de mayo de 1729 años, siendo mayordomo Antonio Pintado, se celebró la fiesta de la traslación del cuerpo del Sr. San Fernando, en cuya procesión, que fue alrededor de la Iglesia Mayor y asistieron los Reyes, el Sr. D. Felipe quinto y la Reina, y el Príncipe D. Fernando y la princesa de Portugal, su esposa, y los infantes, que fueron cuatro, con que a dicha procesión asistieron ocho personas reales, y a dicha procesión asistieron todas las Cofradías, con sus estandartes y simpecados, y habiendo querido presidir a dichas cofradías la de las Angustias, se requirió a dicha cofradía no podía presidir a la de los Ángeles, y habiendo alguna controversia se mandó por el Señor Provisor, que era entonces D. Fernando Raxo, canónigo de dicha Santa Iglesia, que ninguna cofradía presidiese a la María Santísima de los Ángeles, que es de hermanos negros. Y por ser verdad, se me mandó lo pusiese y lo firmase como escribano de dicha hermandad, Carlos Luís de la Cerda.’‘(2)

Y en otra acta, del cabildo general celebrado el 10 de julio de 1774, con motivo de la recepción de las seis bulas concedidas por el Papa Clemente XIV a la hermandad, se afirma que esta ‘‘es la más antigua de las muchas que hay en nuestra Ciudad, y como tal preside nuestro estandarte a todas en la procesión de Corpus que anualmente celebran los Ilustrísimos Cabildos eclesiástico y secular por las calles acostumbradas.‘‘

(1) Libro de Asiento de Hermanos de 1798 a 1924, p.2.
(2) Libro de Cuentas nº 2 (1720ss), p. 15 vuelta. El subrayado es nuestro.