Cap.III. Las Estación de Penitencia: de la mañana a la tarde del Viernes Santo, Pasos, enseres y gastos.

                        Como ya señalamos, 1718 fue el primer año en que la hermandad hizo su estación de penitencia en la tarde del Viernes Santo. Hasta entonces, y durante casi un siglo, desde la reanudación de sus salidas tras la confirmación papal realizada por Urbano VIII, las salidas se habían realizado en la madrugada de dicho día. Seis cofradías hacían estación en la Catedral en la madrugada del Viernes Santo durante la primera década del siglo, por el siguiente orden (que es el que se recoge todavía formalmente en el llamamientos oficial a las cofradías, previo a la Semana Santa, de 1775): Jesús Nazareno (el Silencio), Sentencia (Macarena), Tres Necesidades (Carretería), Exaltación, Tres Caidas (de San Isidoro) y Nuestra Señora de los Ángeles. Se sabe que en aquellos años la de las Tres Caidas hacía estación a las siete de la mañana, debiendo, por tanto, la de los negros realizando su recorrido durante las primeras horas de la mañana.

                        Las tres últimas cofradías de la madrugada pasaron a la tarde del Viernes, por delante, como es norma, de las que ya venían realizando desde tiempo atrás su estación en dicha jornada, quedando esta, desde 1718, integrada por las siguientes hermandades, según el orden de su estación: Exaltación, Tres Caidas de San Isidoro, Nuestra Señora de los Ángeles, Montserrat, Piedad de Santa Marina, Santo Crucifijo de San Agustín (que no salía desde 1713, aunque era llamada) Expiración de la Merced (hoy conocida como El Museo), Santo Entierro (del Colegio de San Laureano) y Soledad (del convento del Carmen). Esta relación es la que ya consta en los llamamientos de la última década del siglo).

 

                        Las Tres Caídas salió por primera vez en la tarde del Viernes en 1715 y los Negros y la Exaltación en 1718. El cambio simultáneo de las tres hermandades –la diferencia en el primer año de salida en la tarde se debe a que las dos últimas no salieron varios años seguidos anteriores al 18– debió realizarse, como señala Bermejo para la primera, «por disposición de la Autoridad» . Seguramente, el objetivo de esta, como tantas veces durante toda la historia de las cofradías, fue que las procesiones no se realizaran en horas nocturnas. Y si las primeras de la madrugada (Jesús Nazareno, Sentencia y Tres Necesidades) tuvieron que aplazar sus salidas «hasta romper el alba», a las tres últimas debía resultarles muy difícil, si no imposible, hacer estación en la catedral antes del inicio de los oficios sagrados, por lo que tendrían que trasladar su salida a horas de la tarde.

 

                         El año 1700, primero del siglo, consta que la hermandad realizó su estación en la madrugada, como venía haciéndolo el siglo anterior, verificándola a esa hora varias veces más hasta el cambio a la tarde –al menos en los años 1701, 7, 10 y 16, aunque pudo hacerla también alguna más en los escasos años de los que faltan documentos–. En los 68 años que van desde 1718, en que ya salió en la tarde, hasta 1786, en que llevó a cabo la última estación en este periodo, se acordó la salida de la cofradía en al menos 32 ocasiones, aunque este número puede ser no del todo exacto por faltar la información de cuatro años. Bermejo señala 30 años concretos de salida pero ello no corresponde exactamente a la realidad, tanto por defecto como por exceso. En cualquier caso, efectuó la procesión (o hubo de suspenderla por la inclemencia del tiempo) prácticamente en la mitad de dichos años, proporción que en la época no superaron muchas cofradías. La fase con mayor número de salidas fue la de los años cincuenta, sesenta y setenta, lo que no es sorprendente teniendo en cuenta que fueron los de mayor auge de la cofradía, la gran etapa de la mayordomía de Salvador de la Cruz y los años inmediatos a su muerte en que todavía su figura y los resultados de su labor se hacían sentir en la hermandad. De hecho, entre los años 63 y 78 en ninguna ocasión se acordó la suspensión de la salida.

 

                        Como fue general en las hermandades sevillanas hasta finales del siglo XIX, la mayor o menor regularidad en la estación de penitencia es el mejor índice para marcar la situación de florecimiento o declive de cada una de ellas, ya que cuando no había fondos suficientes o estos debían dedicarse a otros fines se acordaba la no realización de la salida procesional. En la de los negros, a veces la decisión definitiva al respecto se aplazaba hasta el mismo Domingo de Ramos, para ver si había sido posible recoger las limosnas y donativos suficientes para hacer frente a los gastos de la estación. En los libros de actas se reflejan, la mayoría de las veces de forma breve pero muy significativa, las decisiones al respecto de los cabildos de salida, como veremos a continuación.

 

                        En las tres primeras décadas del siglo la hermandad hizo su estación de penitencia intermitentemente, como ya señalamos. Aunque faltan datos para algunos años, consta con seguridad que la realizó en 1700, 1701, 1707, 1710, 1716, 1718, 1719, 1724, 1726 y 1727. En este último año, por ejemplo, consta que «fue determinado por cabildo pleno el que dicha Hermandad hiciese su estación de Semana Santa, según y conforme una de las constituciones de Regla». En 1729, «se determinó por dicha Hermandad el que mediante de hallarse con tantos atrasos e imposibilidad de todo, no saliese la Cofradía por este año de la fecha». Al año siguiente, se acordó «el que salga la Cofradía sin que se saque dinero alguno del arca de las tres llaves de la Hermandad, y de lo contrario el que no salga… y que el Domingo de Ramos hubiese Sermón de Pasión, como es obligación de la Hermandad». Finalmente, esta no realizó su salida, pero sí en la Semana Santa del año 31, en el que «se determinó por dichos hermanos el que se hiciese dicha estación, y que se esforzasen dichos hermanos en mancomún para que se ejecutase con la mayor honra la dicha estación, y juntamente que se hiciese la función del Domingo de Ramos».

 

                        En ocasiones, varios cofrades concretos toman bajo su responsabilidad la salida de la cofradía. Así, en cabildo de 31 de marzo de 1732 «se obligaron a hacer su estación tres de los hermanos, que son los siguientes: Fernando Antonio Cardoso, fiscal, Julián Esteban, diputado, y Tomás de Velasco, diputado, los cuales, con sus personas y bienes, se obligaron a todo el costo que tuviere el hacer estación a la Iglesia Mayor, sin que la Hermandad quedase obligada a cosa alguna de los gastos».

 

                         Los gastos por obras en la capilla y sus dependencias obligan a suspender las salidas procesionales incluso durante varios años, hasta que quedan totalmente pagadas, como ocurrió en 1733, 34 y 35. En el primero de ellos, «se determinó el que no saliese la Cofradía por los motivos de los alcances (deudas) y tener que ejecutar la obra del almacén y Sala de Cabildo, y juntamente se determinó el que se hiciese la función de Domingo de Ramos en la Parroquia del Señor San Roque en donde (por causa de la obra) está Nuestra Madre y Señora depositada». Al siguiente también se suspendió la salida, «por los muchos gastos de la obra», y el 35 se acuerda dedicar los fondos «a lo más necesario del culto», mientras que en el 36 el acta recoge que «sobre punto de salir la cofradía, habiéndose propalado entre dichos oficiales y hermanos, se deliberó que saliera la Cofradía, según el orden y estilo que se debe y es costumbre, habiendo lo suficiente para la procesión con toda la veneración correspondiente» .

 

                        Los años siguientes hasta el 43 tampoco se realizó la estación, aunque sí, como siempre, la función y Sermón de Pasión, el Domingo de Ramos, «por estar la hermandad muy alcanzada (adeudada) y no haber medios para ello» –según se afirma en el año 37–. Y esto, incluso, a veces, tras haber acordado inicialmente la salida, como ocurrió en el año 40, ya que dicho acuerdo siempre «se entiende habiendo la cantidad de moneda para toda su paga» y finalmente no la hubo.

 

                        El año 41 «se determinó que se hiciese la función del Domingo de Ramos, según y en la misma conformidad que los años antecedentes, y en cuanto a la Cofradía se determinó que, para salir a hacer su estación, se quedó para el Domingo de Lázaro si hubiese caudal y se juntase la limosna», lo que no ocurrió, al igual que el año siguiente. El 43, se acordó «que se haga la estación de la Cofradía el Viernes Santo en la tarde, y esto es advirtiendo que los oficiales y hermanos pidan sus demandas para los fines referidos; y habiendo lo suficiente, salga la cofradía» (como así realmente sucedió). En el 44 se realizan dos cabildos para tratar de la salida, que sí se realiza. En el acta del primero de ellos, de 23 de febrero, se dice que «se haga la celebridad del Domingo de Ramos según y en la misma conformidad que todos los años antecedentes, y, juntamente, que saliese la Cofradía. Y todo lo referido ha de entender animandose los oficiales y hermanos a pedir sus demandas para el fin de poder celebrar así el Sermón de Domingo de Ramos como para echar la Cofradía fuera; y habiendo caudal para ello. que se ejecute, y de no haberlo completo que no se ejecute en cuanto a la salida de la Cofradía» . Tres semanas después, se acordó finalmente «el que saliese la Cofradía, pidiendo de segunda los hermanos y con la cera que dichos hermanos han mandado, y queda confirmada la salida con la condición referida».

 

                        El acuerdo condicional de realizar la estación del Viernes Santo se sucede en los años posteriores. En el libro de actas pueden leerse frases como las siguientes: «en cuanto a la salida de la Cofradía, por la presente no hay cosa fija, por lo atrasada que se halla la Hermandad» (año 45); «se determinó que no saliese la Cofradía, por no haber posible y hallarse la Hermandad atrasada» (año 46); «que los hermanos pidan, por no haber caudal por la presente en la Hermandad, y en cuanto a punto de Cofradía, se determinó por dicho Cabildo el que por el motivo de no haber caudal no salga por este presente año» (año 47); «saldrá si tuviera competente limosna» (año 48); «en cuanto a la Cofradía, que saldrá si los hermanos juntasen para ello» (año 50).

 

                        Como sabemos, la hermandad cobró mayor auge a medida que transcurría la Mayordomía de Salvador de la Cruz, por lo que, cada vez más frecuentemente, a lo largo de los años 50, 60 y primera mitad de los setenta, el asunto de la salida queda positivamente resuelto en los cabildos, reflejándose ello en las actas con un lacónico «y en punto de Cofradía, que saldrá» . Sólo en algunas cosas ocasiones, como en el acta correspondiente al cabildo del 4 de marzo de 1770, se recogen explícitamente algunos extremos de la reunión: «el dicho mayordomo propuso que era tiempo de determinar en orden a si ha de tener Sermón de Pasión dicha Cofradía y si ha de salir en procesión el Viernes Santo dicha presente Cuaresma; y habiendo oido dicha proposición, determinaron todos los hermanos de conformidad que se predique el Sermón de Pasión y salga la Cofradía a hacer su estación como es estilo y costumbre. Y que ofrecían y ofrecieron pedir en esta Cuaresma las demandas, según y como se repartieron por el hermano fiscal».

 

                        Al morir Salvador de la Cruz, los esfuerzos para garantizar la salida, como, en general, la vida de la hermandad, han de ser mayores. Así, para la salida del año 77, ya muchos meses antes, recién terminados los cultos de Agosto, se comienza a tratar el tema en cabildo del 15 de dicho mes, recogiéndose en el acta que «siendo voluntad de los hermanos el que el año próximo hubiese Cofradía, se nombrasen tres Diputados, cuales fueron Antonio de los Ángeles, Juan de Silva y Joseph de Lima, para que estos solicitasen que los hermanos pidan sus demandas, previniendo no poderse invertir estas limosnas en otra cosa que para el fin de la Cofradía, quedando estas en poder de los tres, custodiadas con sus llaves y con anuencia del presente Secretario hasta que se junte lo suficiente; y en caso de que no, se expenderá en beneficio de nuestra Capilla» . La precaución de preparar la estación desde mucho tiempo antes dio sus frutos y la hermandad no hubo de interrumpir su salida, aunque en el cabildo de 9 de marzo del 77 todavía no se encontraban despejadas todas las dudas: «se propuso y determinó de conformidad que salga la Cofradía el Viernes Santo de este año, como lo acostumbra, habiendo caudal bastante con las demandas que se han pedido y las que han de continuar en el resto de la Cuaresma. Y si no hubiere bastante con lo que se ha juntado y juntare y con los 520 reales que dijo el Mayordomo estar pronto a entregar de lo que se juntó el año pasado, que no salga y todo el dicho dinero se ponga en el arca de tres llaves, de donde no se pueda sacar sin acuerdo especial de esta Hermandad».

 

                        El año 78, al no conseguirse en las demandas realizadas al efecto los fondos necesarios para la estación, se acordó «supliese el Mayordomo lo que pudiese faltar», es decir, se complementase lo recogido con lo existente en la caja de la hermandad. Como excepción, se conserva una pequeña acta, firmada sólo con el apellido Blanco (Ricardo White), que da fe de la realización de la salida: «Certifico haber presidido en nuestra Cofradía, que este año hizo su Estación acostumbrada el Viernes Santo por la tarde, el Señor Don Gregorio Zambrano, Limosnero de Su Eminencia nuestro Arzobispo, en su nombre como Hermano Mayor, habiendo por mí entregádole la vara de tal Presidente para este acto».

 

                        Los dos años posteriores se suspendió la salida, «por falta de fondos y limosnas», reanudándose el año 81 y verificándola también el 82, 83 y 86. La determinación de hacer estación en 1781 no se tomó definitivamente hasta el mismo Domingo de Ramos, en cabildo celebrado al concluir los cultos y Sermón de Pasión. En él, habiendo sido escasos los fondos conseguidos en cuestaciones y demandas de los hermanos, el representante del Arzobispo, el ya aludido Gregorio Zambrano, ofreció en nombre de este 400 reales de limosna, con los cuales, más lo que se había recogido, «y resuelto que el acopio de cera podía hacerse por el Mayordomo en atención a que para el Jubileo había de ser preciso su acopio, y que para este efecto lo que sobraba de la Cofradía podía servir, se determinó unánimes que nuestras Santas Imágenes hicieran la Estación acostumbrada de Semana Santa» .

 

                        En el cabildo que tradicionalmente se celebraba el primer domingo de Cuaresma para tratar de la salida, el 9 de marzo del 83, con 16 cofrades presentes, «después de haberse conferenciado largamente, se acordó que cada hermano pida demandas en toda la Cuaresma, y que el Domingo de Ramos se determinará según lo que se haya juntado, pues no se puede empeñar más a la Hermandad; y que dicho Domingo de Ramos haya el Sermón de Pasión, como es costumbre». En el nuevo cabildo celebrado este día, «habiéndose visto que las limosnas que se habían juntado no podían sufragar ni aún para la mitad de los gastos que son indispensables, se conferenció largamente y, por último, se acordó que salga la Cofradía, a cuyo fin muchos de los hermanos presentes ofrecieron contribuir con 20 reales de vellón cada uno. Inmediatamente se procedió a nombrar Diputados de Cofradía para que se encarguen en proporcionar todo lo necesario para la procesión, y que se encarguen igualmente de que haya en todos los hermanos y convidados la mayor devoción y modestia, y salieron electos el Mayordomo, el Fiscal, Francisco de Gante y Francisco Xavier».

 

                        Los dos años siguientes, 84 y 85 no salió la cofradía. El primero de ellos «se acordó no poder salir por falta de fondos y por estar la Hermandad empeñada con el cerero», y en el segundo, viéndose en el cabildo del Domingo de Ramos –al que se había remitido la decisión definitiva, al igual que otras veces– que sólo se habían juntado en la Cuaresma 223 reales y 20 maravedises de limosnas, se decidió pasarlos «al arca de las tres llaves, con otro resto que hay en ella, y que por este año no salga la Cofradía a hacer la estación acostumbrada. Y que si para el año siguiente se podía juntar alguna cosa más, se determinaría entonces». Como es evidente, las dificultades económicas crecían, al ser cada vez más difícil al cada vez más reducido número de hermanos el conseguir con sus cuestaciones públicas los fondos necesarios para la salida procesional. Y eran mucho menores los ofrecimientos y donaciones de devotos y personajes importantes que en tiempos de Salvador de la Cruz.

 

                        Con todo, el año 86 volvió a salir la cofradía. En el cabildo del primer domingo de Cuaresma, «habiendo habido una conferencia muy larga, cada cofrade dijo que se sacrificaría gustoso en solicitar limosnas y contribuir, por si con lo que sus fuerzas alcanzasen a fin de que saliera la Cofradía; por lo cual determinaron salir, pero que el Domingo de Ramos se volvería a juntar la Hermandad, después del Sermón, para concluir la total resolución según las limosnas que se hubieren juntado». Dicho día, «se hizo presente que se había juntado por los hermanos algunas demandas regulares, y que respecto a que había alguna cera existente, de la que había comprado el infrascrito Secretario, y a que no había de asistir la Comunidad del Valle, en lo que se ahorraba la Hermandad cien reales y la cera que consumían, se acordó de conformidad que este año haga nuestra Cofradía estación a la Santa Iglesia Patriarcal el Viernes Santo por la tarde, y que el Mayordomo cuide de acudir a sacar la licencia al Sr. Provisor. Enseguida se nombraron por Diputados de Demandas a Francisco Gante, Antonio Antúnez y Juan bautista, y para Diputados de Cofradía a Pablo de Rosas, Ignacio Rodríguez y el infrascrito secretario, quien lleva la cuenta de lo que se gaste y la presente a la Hermandad para su abono, en cuyos términos quedó concluido el Cabildo”.

 

                        Ya no volvería a realizarse la estación de penitencia en los años que restaban del siglo XVIII ni durante prácticamente la primera mitad del XIX, ya que no volvió a hacerla hasta 1849. La disminución en el número de hermanos y otras causas y vicisitudes que más adelante analizaremos hizo que, durante un largo periodo, la hermandad tuviera que centrarse en garantizar la continuidad de otros cultos y fiestas, rehusando a plantearse la posibilidad de la salida procesional en Semana Santa.

 

                         Durante todo el periodo, el costo de la estación de penitencia se intentaba sufragar en base a las limosnas recogidas en las demandas públicas que se realizaban en la Cuaresma y la propia Semana Santa, complementadas con los fondos generales de la cofradía, cuando era necesario y había posibilidades de ello. Algunos años, el resultado de dichas demandas fue alto; en otros, en cambio, alcanzaron menores cotas, por lo que a veces hubo de suspender el acuerdo inicial de salida, como ya vimos. Para poner ejemplos de varios años, en 1726 el mayordomo Francisco de Mora certifica que «el cargo de diferentes demandas y mandas de los hermanos para que saliera la cofradía importa 539 reales y medio»; y al año siguiente «se juntaron en las demandas el día que salió la cofradía 195 reales», a los que añade otros 343 que «se me entregaron del cepillo, en varias veces», así como diversas otras limosnas.

 

                        El año 36 se recogieron 214 reales y 17 maravedises «de las demandas de la cofradía» y otros 57 reales «de entradas y demandas el Domingo de Ramos». En el 45 las «demandas de Cuaresma» alcanzaron los 464 reales y 9 maravedises, y en el 54 se recogieron en Cuaresma 208 reales por Salvador de la Cruz, 80 y 26 maravedises por Manuel Monsalve y 24 directamente en la Capilla. Dicho ao, el Jueves Santo «la hermana (A)polonia juntó en la Capilla 27 reales», y el Viernes «Manuel Monsalve dio, por llevar el Senatus,20», otro cofrade «por llevar el Simpecado, 8» y «el mayordomo, Salvador de la Cruz, para cera 40» .

 

                        Los años sesenta y setenta las limosnas se mantuvieron altas: en 1769, por ejemplo, las demandas en Cuaresma, Semana Santa y el propio Viernes Santo llegaron a 467 reales y 3/4, y en 1775, seguramente por el fervor hacia el recién fallecido Salvador de la Cruz, a los 737. En la década de los ochenta, por el contrario, bajan de forma apreciable: en 1784 sólo alcanzan los 154, y en 1787 los 180.

 

Las maneras de realización de las estaciones de penitencia y la evolución de pasos y enseres.

 

                        Durante la época que hemos analizado, continuaban participando en la procesión del Viernes Santo las hermanas negras, como en el siglo anterior, a las que se añadieron las de la Congregación del Rosario. No era excepción en esto la hermandad de la Virgen de los Ángeles, ya que otras también establecían claramente las condiciones en que debían realizar su estación las mujeres. Así, por ejemplo, sucedía en la nueva cofradía étnica que se autoriza a mediados del siglo, cuando ya había desaparecido la de los mulatos: la de los «castellanos nuevos», eufemismo usado desde antiguo para no utilizar la denominación de gitanos, que era despreciativa y casi sinónima de delincuentes, al igual que tampoco se utilizaba generalmente la de negros, sustituida, como sabemos, durante mucho tiempo por la de «morenos» y en esa misma época por la de «negritos». En las primeras Reglas de dicha hermandad de los gitanos –que se crea en 1753 en Triana, como era lógico, en el convento del Espíritu Santo, aunque enseguida hubo de cruzar el río para establecerse en otro convento, el del Pópulo, hay dos preceptos de gran interés. El primero de ellos, en el capítulo 2, prescribe que para ser aceptado como hermano el aspirante ha de ser «de buena vida y costumbres, bien inclinado, y que no sea moro, judío ni morisco, ni con pública infamia», lo que está reflejando una sociedad en la que la discriminación explícita se da ya por motivos de procedencia religiosa más que social o étnica; y el segundo –que es el que ahora más nos interesa– ordena que a la procesión, que se realizaba el Miércoles Santo, «deberán asistir los hermanos, cuando se haya de hacer, con los vestidos que usan las demás hermandades de esta ciudad, y nuestras hermanas con sus mantos con mucha compostura y devoción» . Esto último refleja dos cosas: que tanto los hermanos como las hermanas podían realizar la estación de penitencia y que las hermanas podían ir con sus vestidos usuales («con sus mantos» ), mientras los hombres habrían de llevar la túnica de nazareno («como las demás hermandades» ).

 

                        La cofradía de los negros, en su salida del Viernes Santo –los primeros años del siglo en la madrugada y desde 1718 en la tarde– continuó entrando y saliendo en la ciudad por la Puerta de Carmona y recorriendo un itinerario sensiblemente similar al realizado en el siglo anterior. Antes de la entrada se realizaba la ceremonia de la «humillación», como hacían también otras hermandades en la época, incluida la de Jesús Nazareno (el Silencio) que describen en sus obras González de León y Bermejo, y siguen hoy realizando algunas cofradías de diversas ciudades y pueblos andaluces en sus estaciones de penitencia o en la procesión de Resurrección. Consistía en que, antes de entrar en la capilla, se detenía el paso del Cristo volviéndose hacia el de Virgen, y este se acercaba a aquél, por entre el cuerpo de nazarenos, haciendo tres reverencias o «humillaciones», a la última de las cuales respondía el Señor con otra, realizándose a continuación la entrada; es de suponer que entre el entusiasmo general de cuantos presenciaban el ritual de los saludos de la Madre al Hijo muerto y de este a aquella.

 

                        En la comitiva figuraban la Cruz de las Toallas –que era una tosca cruz de madera, con sus clavos y «un sudario con sus encajes»,  el Senatus, el Simpecado, el Estandarte de la hermandad, el Libro de Reglas y la Manguilla. Desde la aceptación por el cardenal Solís del cargo de Hermano Mayor, la presidencia la ostentaba el clérigo que era su representante y Teniente de Hermano Mayor de la hermandad. La cofradía llevaba música, aunque no sabemos en qué lugar o lugares de la procesión se situaba.

 

                        En los inventarios y cuentas que se conservan se refleja la paulatina mejora en los enseres y pasos para la cofradía en el transcurso del siglo, sobre todo en la larga mayordomía de Salvador de la Cruz. Sabemos, por ejemplo, que en 1702 la hermandad, a través del mayordomo Simón Ramírez, compró a la del Santísimo Sacramento de la parroquia de San Esteban dos varas de plata, para los alcaldes, que pesaron 51 onzas y costaron 769 reales y 3 cuartillos de vellón, y que en 1719 «se hicieron los soles a dichas varas, de plata, que importaron 19 escudos de plata menos un real, y dicha limosna la dio Pedro de Gante, hermano de color negro. Y se decretó entre el Hermano Mayor y el Cabildo de los hermanos competentes que en ningún tiempo se permita de que dichos soles se presten a ninguna hermandad ni se empeñen para ninguna urgencia», exceptuándose de este mandato el préstamo a la hermandad del Santísimo de San Roque, lo que confirma las estrechas relaciones que con ella se tenían. En el centro de los «soles» o remates de las varas estaba la efigie de la Virgen de los Ángeles.

 

                        El Senatus era «de damasco azul, con sus letras de oro bordadas y aforrado en tafetán azul», y del mismo tejido y color el Estandarte, «con sus borlas de seda y su cruz de plata y su vara de palo», y el Simpecado, «con sus letras y María doradas», borlas, y «puntas de oro de milán». Para llamar la atención de los cofrades, señalar las paradas o el reinicio del camino, se utilizaban «tres campanillas, dos chicas y una grande para cuando sale la cofradía», y durante el recorrido se pedían limosnas al público, con alcancías y con «una demanda de plata, con Nuestra Señora y dos ángeles a los lados y alrededor su sol, que pesa 20 escudos de plata».

 

                        En los años de la segunda década del siglo el paso (la parihuela) de la Virgen se desmontó, como refleja la anotación de 1719 de que «no hay más de un paso, porque de los dos se compuso uno para el Santísimo Cristo», aunque en 1724 se le pagan 137 reales a «Francisco de Santiago, maestro carpintero, por componer el paso del Santísimo Cristo» y en 1727, otros 420 por «hacer y poner la urna de Nuestra Señora y verdugado, con las dos varas y lo correspondiente» . Dicha urna era dorada. También se hizo un nuevo palio. Este, como sus goteras (bambalinas), era negro, «de terciopelo viejo», y sustituyó a uno anterior de felpa, costando 750 reales. De este último tejido y color era el manto, «que lleva a Su Majestad» en su centro. Los faldones se realizaron tiñendo de negro varios frontales de altar, también de felpa, que tenía la hermandad.

 

                         La Virgen de los Ángeles llevaba una corona de plata «con sus dos soles y dos cercos de rayos», que pesaba 28 pesos y 8 libras, «y en el medio tiene una pieza de plata como Santísimo». A sus pies tenía «una media luna de plata, con una María enmedio, y en cada punta una estrella de lo mismo, que pesa 44 onzas de plata, que dio un devoto» bajo la condición de no poderse prestar ni enajenar por ningún motivo. La imagen iba rodeada de una ráfaga de rayos, también de plata, compuesta por doce piezas, dos de ellas con ángeles cincelados, a la manera en que hoy pueden verse la mayoría de Vírgenes de gloria y aún realizan su salida de Semana Santa algunas Dolorosas andaluzas como la Soledad de Marchena. Llevaba «una estola pendiente de los hombros, negra, con los atributos de la Pasión de veintinueve piezas de plata de los dichos atributos y dieciseis estrellas de plata entre medio», además de «tres milagros de plata, chicos» . Sobre su pecho, «un corazón de plata» y «una coronita» del mismo metal. En sus brazos portaba una sábana o toalla de encajes y en sus manos una corona de espinas o, a veces, «un rosario de Jerusalén con su cruz y medallas, todo de plata, que lo donó nuestra hermana Maria del Rosario, que está en Cádiz» . La Señora vestía con saya y bocamangas de terciopelo negro, que regaló un devoto en 1727, llevando tocas de gasa. Así procesionaba el Viernes Santo, en su paso, la Virgen de los negros: una estampa que quedó plasmada en la pintura central del Simpecado que estrenó la Congregación de Mujeres en 1782, que es el que ha llegado a nuestros días. No hay misterio alguno, pues, en la interpretación de la iconografía de dicha pintura: esta representa directamente a Nuestra Señora de los Ángeles tal como recibía culto en el siglo XVIII, con la única salvedad del cáliz añadido en las manos.

 

                        Como era usual en los Crucificados de la época, el Cristo tenía, sobre la talla del sudario, una toalla o velo de tela, «de estopilla», con encajes, y en su cabeza diadema y tres potencias de plata. En 1730, la Imagen fue trasladada a casa de un pintor «para encarnarlo» . No consta el nombre de dicho pintor, pero sí lo que costó el encarnado, 330 reales, así como los otros gastos que supuso el traslado: 3 reales «a los costaleros (mozos de carga) que llevaron el Señor», 2 y medio «del refresco de dicho día», otros 3 «por traer el Señor a la Capilla» y 11 y cuarto más al «maestro (carpintero) Francisco, de Santiago, por poner y quitar a el Señor (de su altar)« . Años más tarde, en 1752, encontramos también otra anotación en las partidas de gastos, «para el Pintor que pintó el Señor», pero esta vez se trataría sólo de un pequeño retoque en alguna parte de la encarnadura, ya que la cantidad pagada es sólo de 30 reales. El Cristo se ponía en su paso de salida «el Domingo de Lázaro»: este tenía su urna dorada y llevaba 4 ángeles, hay que suponer que en las esquinas. La mayoría de las veces figura un gasto «para los hombres que pusieron el Cristo en su urna».

 

 

                        En el Inventario de 1736 figuran ya un nuevo Senatus, «con su vara con los cañones de plata y nudillos de bronce, con su banderola celeste, con sus letras S.P.Q.R. de plata y guarnición bordada con sus flecos» y una nueva Manguilla, «con todo lo perteneciente, es a saber la tela de dicha Manguilla es de terciopelo celeste guarnecida de plata, con cuatro escudos entre sus columnas, puntas, vara y cruz» . Ambas insignias «las dio a expensas de su trabajo nuestra hermana María Josepha de la Cruz, y lo dio a esta Cofradía para que use de ellas como suyas, mas con el cargo que no las pueda dicha cofradía prestar ni enajenar sin licencia del Sr. Provisor que es o fuese… y tuvieron de costo dichas alhajas 319 pesos de a quince reales de vellón y 7 reales y 3 cuartillos de plata».

 

                        A mediados de siglo había ya también un nuevo Simpecado, regalo de Salvador de la Cruz, «de terciopelo azul forrado de tafetán del mismo color, con su María, ángeles y jarras de plata bordada fina», para el cual se realizó una vara «de diez cañones y cruz de plata» fundiendo dos lámparas pequeñas que estaban en la capilla. Y en 1763 consta que el mismo Salvador de la Cruz costeó otro, de terciopelo celeste también bordado en plata, que supuso un desembolso de 957 reales más otros 360 de la labor de orfebrería.

 

                        En 1778, siendo ya mayordomo Jose Antonio Pintado, se acordó en cabildo que «por no estar de lo más decente la corona firme que tiene el Santísimo Cristo… se hiciera una nueva de plata para este fin, invirtiendo la diadema del mismo metal y una coronita igual que había en la capilla de una Imagen de Nuestra Señora chica, y lo que faltase para dicha corona con sus potencias lo satisfaciera el Mayordomo cargandolo en su Libro de Cuentas». Varias cosas podemos extraer de esta anotación: una de ellas, que, a partir de ese año, el Cristo de la Fundación, sobre su cabeza, cambió la diadema de plata por una corona de espinas, también de plata, manteniendo las tres potencias aunque haciéndola nuevas. La segunda, que seguía siendo usual fundir alhajas y enseres antiguos para, con el metal precioso de ellos, labrar otros nuevos. Y tercero, que es la última alusión a la «Imagen chica» de la Virgen de los Ángeles, la cual desde tiempo atrás ya no recibía culto en la capilla, constando en el inventario de 1745 que se hallaba en la casa de la Camarera.

 

                        Ese mismo año de 1778 se encargo al maestro pintor José Caro «retocar la cabeza del Santísimo Cristo» y se realizó también «un casquete de hoja de lata con el INRI para la cruz» que costó 45 reales. Asimismo, se construyó una nueva parihuela para el paso de Virgen, para la cual se pagaron 186 reales por la madera y 115 por el trabajo del carpintero.

 

                        En 1782 tuvo lugar el estreno del Simpecado de la Congregación del Rosario de Mujeres al cual hemos hecho repetidas referencias. Con «la efigie de pintura de Nuestra Señora de los Ángeles» en su centro, era de terciopelo «carmesí, forrado de tafetán morado», y estaba bordado en plata y decorado por «cuatro ángeles y dos jarras sobrepuestas de plata de martillo». La cruz también era de plata cincelada y se acompañaba por dos faroles.

 

Los gastos de las estaciones de penitencia.

                        Se conservan, para una serie de años, las cuentas detalladas de las partidas de gastos que acarreaba la estación de penitencia. Así, en el año 1701 los gastos principales que declara el mayordomo, Francisco Antonio fueron:

 

            De la asistencia de la Iglesia………………. 146 reales

            De llevar los pasos los costaleros……… 100 reales

            De 96 libras de cera……………. 672 reales

            De 16 libras y cuarta de cera………………… 122 reales

            De la cera labrada………………… 28 reales

            De la música…….. 75 reales

            De las trompetas…………………. 15 reales

            De sacar la licencia para la salida de la cofradía …. 12 reales

            De los pebetes para los pasos……………….. 15 reales

            De los cuatro ramos de flores para los pasos……….. 3 reales

            De los faldones para los pasos……………… 6 reales

            De clavos y tachuelas………… 4 1/2 reales

            De cinta negra para el palio y paso de Ntra. Sra…… 7 reales

            De los dos mozos que me estuvieron asistiendo

             aquellos días….. 12 reales

            De haberle dado a nuestro escribano de toda esta

             Semana Santa el haber asistido y escribir todo lo

             que se ha ofrecido…………….. 12 reales

 

                        El total de los gastos ascendió a 1.229 1/2 reales, aunque hay que advertir que más de 800 fueron destinados a la cera, que no necesariamente correspondería en su totalidad a la gastada en la salida procesional sino también, en parte, a cultos internos.

 

                        En 1707, además de incluirse varias de las partidas anteriores, parecen otras nuevas. Así, se incluyen 22 reales y1/4 «por aderezar los pasos’«, 20 más «de vestir la Imagen» –anotación que demuestra cómo había ya entonces especialistas en vestir Vírgenes–, 12 «de alfileres», 3 de «humo de pez», otros 3 «de tachuelas», y en los 100 destinados al pago de «los costaleros que llevaron los pasos» se incluye el «refresco» . Los gastos de cera ascienden sólo a 159 1/4 reales, lo que confirma como anómala la cantidad destinada al efecto seis años antes.

 

                        En 1719, ya con la salida en la tarde del Viernes Santo, el capítulo de costaleros refleja una subida significativa: ahora son 150 reales los que hubo que pagar «a los hombres que llevaron los pasos en la estación». También la música presenta una subida importante, a 120 reales. El gasto de cera ascendió a 446, que fueron cubiertos por la limosna de un devoto anónimo. En este tiempo, el vestidor de la Virgen era Francisco Marcelo, al que se le pagan 8 reales por su trabajo.

 

                        Las cuentas del año 1726 son especialmente detalladas, conservándose no sólo las anotaciones del cargo y data sino también varios recibos, que reflejan la tendencia fuertemente alcista en los precios. En uno de ellos puede leerse: «Digo yo, Domingo García, como capataz que fui de los mozos que llevaron los pasos de la Cofradía de María Santísima de los Ángeles, que recibí del Sr. Francisco de Mora, mayordomo de dicha cofradía, doscientos y tres reales y medio de vellón. Y por no saber firmar, a mi ruego lo firmó el Sr. Sochantre del Sr. San Roque. Sevilla y Abril 20 del 1726 años. Por testigo, Lorenzo García» . En otro, consta el pago de «8 escudos de plata y 2 reales de plata más» (124 reales), «por asistencia de la música del Señor San Miguel el viernes santo por la tarde que hizo estación a la Iglesia Mayor de la ciudad, como acostumbra. Y por ser verdad, lo firmo como mayordomo de dicha música…, Vermejo». La totalidad de los gastos fueron los siguientes:

 

De portes, acarreos, traer y llevar los pasos, alquileres

 de sacos y otros gastos menores………………… 84 3/4 reales

De los derechos de la Justicia…… 60 reales

A los mozos que llevaron los pasos en la Cofradía………… 203 1/2 reales

Por los derechos que se dan a la parroquia por ir en la

 cofradía…………………….. 146 reales

De la música que asistió……………… 124 reales

De la cera que se consumió en dicha Cofradía (75)………… 350 reales

A la beata que compuso la toalla.. 18 reales

A don Antonio, el sastre, de ocho días que asistió en la

 Capilla a hacer diferentes cosas y coser…… 45 reales

A el carpintero, de asistir a la Capilla a diferentes cosas

 que compuso……………… 15 reales

De otros gastos precisos en el día que salió la cofradía … 25 reales

 

                        El total de gastos de salida ascendió, pues, a 1.071 reales y 1/3.

 

                        Al año siguiente, 1727, además de los gastos ordinarios correspondientes a las partidas precedentes y algunos más también de la estación de penitencia, figuran varios por arreglos de enseres, así como por «refrescos» a quienes trabajan en el montaje de los pasos y otras labores necesarias para la salida de la cofradía. La detallada anotación de todas las partidas, algunas de ellas hechas efectivas en dos veces, es la siguiente:

 

Al sastre, por la composición del palio, 30 reales, más

 otros 15 para acabar de satisfacer la obra del palio…….. 45 reales

Al carpintero, 75 reales, más otros 105 que se le debían

 del paso nuevo de Ntra. Sra. y su trabajo……… 180 reales

De la Justicia que asistió a la Cofradía…………. 60 reales

A los mozos que llevaron los pasos en la estación………….. 211 reales

De los derechos parroquiales……….. 147 reales

A los músicos, por su asistencia a la cofradía………………… 110 reales

Del gasto de cera de dicha estación, a Don Pedro de

 Espinosa…. 284 1/2 reales

De 4 1/2 varas de estopilla ancha para la toalla del Smo.

 Cristo……… 36 reales

De componer la corona de Nuestra Señora……… 14 reales

De 12 varas de crudo en blanco…….. 45 reales

De 4 piezas de cinta morada………….. 7 1/2 reales

Dos piezas de cinta, un papel de alfileres y seis varas de

 colonia……… 11 reales

De 3 cuartillos de linaza, 6 brochas, 250 tachuelas y 8

 pliegos de humo del pez para pintar el paso de Ntra. Sra. .. 15 reales

Del que llevó la canastilla de la cera y tres sacos y dos

 túnicas……… 46 reales

De los niños que llevaron las borlas y el que llevó la

 campanilla, del refresco……………….. 10 reales

De poner el mármol de la calle de las Confiturías (hoy

 calle Huelva, junto a la plaza del Pan) que se quitó

 para que pasase la cofradía, un albañil y cinco peones….. 7 1/2 reales

Del refresco de los hermanos y hermanas y a los que

 ayudaron a entrar el paso y vestir y desnudar la Virgen

 el día de la cofradía…… 14 1/2 reales

Al prioste, el día que salió la cofradía, y de otros gastos

 que hizo en la Capilla… 5 reales

De meter los pasos el Domingo de Ramos y haberlos sacado,

 a los mozos……………………. 9 1/2 reales

Del agasajo a la gente que compuso el paso de Nuestra

 Señora, y el refresco del predicador y el mozo que trajo la

 canasta de la cera…………. 10 1/2 reales

De tres manojos de soga de esparto y los pebetes……………….. 8 reales

De numerar la cera y traerla……………… 5 reales

De diferentes gastos de refresco de meter y sacar los pasos

 para enjugar y para el carpintero, y gastos de entreaño y la

 Cuaresma…….. 85 reales

A la beata, por cuenta de la composición de la toalla para la

 Semana Santa…………………. 82 1/2 reales

De traer los 750 reales a la Capilla, a los costaleros………. 2 1/2 reales

De la carta de pago…………… 1 1/2 reales

A Don Antonio (el vestidor de la Virgen) por su asistencia,

 a cuenta……….. 19 reales

Al Mayordomo, para algunos gastos….. 15 reales

 

                        El total de gastos fue mayor que el año precedente, por las reformas, arreglos y estrenos, remontándose a 1.487 1/2 reales.

 

                        En 1730 se pagan 68 reales «al maestro de latonero, por la hechura de los nudillos de bronce para la manguilla y Senatus de plata», y otros 7 y medio «que costó hacer la nueva pica del Senatus», realizándose también la encarnación del Cristo. En las cuentas correspondientes a la salida del año 31, además de los gastos recurrentes en costaleros, derechos parroquiales, cera y otros apartados, que siguen siendo las partidas principales y que se mantienen al mismo nivel, se especifica lo correspondiente a música, figurando desglosados 105 reales «de la música que fue en la estación» y 18 3/4 «del que fue tocando la trompeta». Asimismo, figuran 64 reales por «túnicas y sacos», 75 «de la Justicia» y 81 1/4 «de todos los refrescos de Semana Santa, cofradía y dulce»: el comensalismo entre los hermanos y el agasajo a personas invitadas por la cofradía se hace evidente.

 

                        Desde el año 1736 figuran también otras partidas significativas y curiosas, como las destinadas a «limpiar la calle Ancha» (la actual calle Recaredo), al «refresco de los guardias de la puerta de Carmona», o a «las bebidas a los mozos para sacar los pasos y entrarlos, y en la estación», ascendiendo esta última a 32 reales y 26 maravedises, independientes de los 200 que suponía el pago de su trabajo. También se remuneran pequeños servicios en la estación de penitencia, anotándose 3 reales y 26 maravedises para «el que llevó la cruz de pasión» y otros tantos «al que llevó la canastilla de la cera» .

 

                        El año 44 hay gastos extraordinarios debido a la realización de un nuevo paso de Cristo: 140 reales por la madera, 8 de clavos y 116 al maestro carpintero, y 270 «por el suplimiento del dinero que faltaba para acabarse el dorado de la urna del Señor», y por arreglos de insignias y enseres: «por componer los cañones (de las varas), la cruz y el estandarte» (44 reales y 17 maravedises) y «por componer las tres toallas» (21 reales). Y continúan los gastos por vestir a «la Virgen Santísima, Nuestra Madre» (20 reales) y en las demás partidas tradicionales.

 

                        En 1750, el gasto en costaleros ascienden ya a 254 reales, incluyendo el refresco, y la cera 507. La persona que viste a la Virgen para su salida es ahora Don Teodoro, al cual se le entregan 24 reales, añadiéndose un gasto de 6 reales más y 8 maravedises «por la comida de dicho Señor» . Al año siguiente, existe ya una partida de 20 reales para «los soldados que iban con los pasos», hay que suponer que en tareas de escolta; se especifica el gasto en incienso, 5 reales, pagándose 12 a los que llevaron los incensarios, y habiendo también otro gasto de 6 reales «de dulce para el muchacho de la campanilla» y de 4 «al mozo que llevaba cuenta con dicho niño» .

 

                        Durante las décadas de los años cincuenta, sesenta y setenta, el gasto en las diferentes partidas se estabiliza en torno a los 700-800 reales mientras que las limosnas en metálico y en cera aumentan, como veremos en su lugar, lo que permite una mayor regularidad en las salidas y la adquisición de nuevos enseres, como la vara y cruz de plata para el Simpecado que regala Salvador de la Cruz en 1763, por las que se pagan al platero 483 reales. Dos años más tarde se hace una nueva toalla para Nuestra Señora de los Ángeles, para la que se adquieren «7 varas de olán» que cuestan 126 reales. Cuando la cofradía no puede hacer estación, aunque así lo haya acordado, debido a la lluvia, como ocurrió, entre otros, en los años 67, 68, 70, 74 y 76 se da a los costaleros una pequeña gratificación: 18 reales el primero de dichos años, 50 en los siguientes y 62 en el último citado, incluyendo el «refresco» . En el recibo de este último año, que se conserva, firma como capataz Manuel Bollarique.

 

                        Desde mediados de siglo iba en la cofradía un niño vestido de ángel, para el cual, a veces, se compran «zapatos y cintas», que costaron 8 reales en 1759, o «zapatos y medias», como en 1775, que importaron 15. El Viernes Santo de este año 75, el primero tras la muerte en Febrero de Salvador de la Cruz, los gastos para la salida de la cofradía fueron los siguientes, resultando muy significativas algunas partidas que nos permiten reconstruir como realizaba la hermandad por entonces su estación de penitencia:

 

Por zapatos y medias para el Angel que debe asistir en la

 cofradía…….. 15 reales

Por mandados de cera el Lunes Santo………………… 2 reales

Por asistencia de dos instrumentos en la cofradía, según

 recibo de Custodio González………….. 31 reales

Por regalía a los guardas de la Puerta de Carmona………………. 20 reales

Por trabajo al carpintero por vestir las Imágenes el

 Miércoles Santo…………….. 32 reales

Por trabajo al Capataz por llevar los pasos en la estación …. 255 reales

Alquiler de los sacos para los mozos…………………… 10 reales

De beber a los mozos……….. 12. 24 reales

Por asistencia de la parroquia en la cofradía, según recibo

 de Don Pedro de Silva, su cura, inclusos 12 reales de incen-

 sarios…………….. 158 reales

Por regalía a los Padres Cantores………. 16 reales

Por idem al muchacho que llevó la campanilla…….. 4 reales

Por idem al mozo que llevó la Cruz y mandados…… 6 reales

Por los tornillos para los rayos de Nuestra Madre. 8 reales

Por el arrendamiento de túnicas para la cofradía.. 32 reales

Por poner y quitar el pilarito en la calle Confiterías……………… 4 reales

Por la Justicia……………………. 60 reales

Por limosna a la Comunidad del Valle (por su asistencia a la

 estación), según recibo del Padre Guardián……….. 100 reales

Por gratificación al piquete de soldados que asistieron para

 el buen orden de la cofradía……………….. 40 reales

Por idem a los soldados que nos acompañaron en la cofradía

 con velas para mayor lucimiento………. 40 reales

 

                        El total de estos gastos ascendió, por tanto, a 845 reales y 24 maravedises, no figurando pago alguno de cera ya que las 70 libras necesarias «para el consumo en la estación de la cofradía» fueron sufragadas por el cardenal Solís, Hermano Mayor de la hermandad, fallecido poco antes en Roma, y asimismo «las dos velas labradas para alumbrar a Nuestra Madre» fueron limosna de un devoto, Don José Cabezón.

 

                        En el año 78 se compra por valor de 186 reales la madera para un nuevo paso de Virgen, llevando ésta a casa del carpintero Juan Rodríguez (costando su porte 7 reales y 8 maravedises), y pagándose a este 115 reales por su realización. Dicho año se hicieron también, como ya vimos, la corona de espinas de plata y las tres potencias, del mismo metal, para el Cristo de la Fundación, obra del platero José Alexandre, que importaron 350 reales y 16 maravedises, descontando el valor de la antigua diadema del Señor y de una coronita de la Imagen pequeña de Nuestra Señora que se entregaron previamente al orfebre.

 

                        En 1781 han de pagarse 85 libras de cera a Don Manuel Suárez de Vargas, por un valor de 1.222 reales, para que pudiese salir la cofradía, aunque no toda esta cantidad debe entenderse como necesaria para la estación sino también para los cultos internos y resultantes de deuda anterior. Dicho año el «capataz de los mozos» es Manuel Villarica, a quien se paga por la conducción de los pasos 255 reales, reduciéndose el acompañamiento musical a dos músicos (que cobraron 60 reales), pero continuando la participación de Padres cantores (para quienes el gasto en dulces se elevó a 20 reales). El total de gastos, descontando la cera, fue de 652 reales.

 

                        1786 fue, como ya sabemos, el último año en que hizo estación la cofradía en el siglo XVIII. Resulta, por ello, de interés detallar la relación de gastos:

 

Licencia para la Cofradía………………. 2 reales

A la Justicia………………… 60 reales

Agasajo a los Ministros…………………. 8 reales

Derechos de la Parroquia……………….. 146 reales

Música que acompañó….. 90 reales

Refrescar a los dichos……………………. 20 reales

Portazgo de los pasos…. 261 reales

Por unas maniguetas al paso y asistencia del carpintero … 56 reales

Al chalán……. 32 reales

Mozos que llevaron la cera y al portacruz………. 12 reales

A la tropa y tambor y pífano que asistió…………. 56 reales

Niño de la campanilla, zapatos, medias y cinta………………….. 20 reales

A los Hermanos por custodiar la Capilla………….. 23 reales

Guardas de la Puerta de Carmona….. 8 reales

Poner el pilar en calle Confiturías.. 6 reales

Por mandados…………………. 6 reales

Por cera comprada a Don Manuel Suárez de Vargas……………. 304 reales

 

                        El total de gastos ascendió a 1.110 reales, una cantidad que, dado el cada vez más corto número de cofrades y el descenso en las limosnas y otros ingresos, hizo imposible continuar realizando las salidas procesionales del Viernes Santo.